lunes, 5 de mayo de 2008

POR UNA EDUCACION INTEGRAL


POR UNA EDUCACIÓN INTEGRAL

Vivimos en una época donde los valores morales y espirituales pasaron a un segundo plano. Hoy todo es relativo, nada es absoluto y la permisividad es la conducta del día y esto, naturalmente ha traído, trae y traerá consecuencias nefastas para toda la humanidad. Hoy vale más la cantidad que la calidad; las cosas que las personas y la adoración al dinero que las virtudes de una persona.

Toda esta hecatombe empezó con la revolución industrial, época donde la familia era el pilar de la sociedad y la educación era responsabilidad de los padres y el resto de la familia como colaboradores alternos. Hoy, la situación es totalmente opuesta. El fundamento o piedra angular de la sociedad, la familia, está totalmente fracturada y los padres ya no tienen contacto y participación directa en la educación de los niños. Es el personal de servicio, sin cultura y sin principios, quienes levantan a la gran mayoría de las últimas generaciones, sobretodo, en occidente. Nadie puede levantar hijos ajenos. La relación padres e hijos, es irreemplazable.

Con la revolución industrial empezó a nivel mundial, una adicción por el consumo masivo, creando necesidades a través del mercadeo de objetos, cosas y servicios, que realmente no se necesitan y con esto empezó una nueva escala de valores: Es más, quien tenga más cosas materiales. Las familias por apariencia gastan más de sus ingresos reales y en esta forma quedan condenados para toda la vida con deudas que matan realmente a través de la dureza inmisericorde del sistema bancario.

Con este impacto tan fuerte y doloroso como es la división de la familia, la educación también sufrió grandes quebrantos porque la verdadera formación, realmente empieza en el hogar. Los principios morales, éticos y espirituales, las sanas costumbres y los buenos propósitos empiezan en el afecto y calor de un dulce hogar. Todo cuanto se aprende en la infancia, se guarda fielmente hasta la vejez y a su vez se transmite a otras generaciones.

La falta de amor, cariño, diálogo y protección de nuestros niños ha creado una generación de jóvenes y adultos agresivos que no respetan normas ni principios. Hoy, no lo podemos negar, las nuevas generaciones y como siempre, con excepciones, están pervertidas y sus mentes ya no son infantiles, y las de los jóvenes, ya no es de ilusión, sino de vicio y delito.

El asunto es que si hay solución. Las buenas costumbres deben volver a nuestro hogar y tenemos que apartar tiempo para nuestros hijos, porque ese tiempo es más valioso que el oro, sobretodo, si lo dedicamos a la infancia y niñez. Nunca nos arrepentiremos. También nuestra escala de valores debe cambiar. No podemos estar en función del dinero y las cosas materiales. El modelo debe invertirse. Primero que todo, Dios, debe gobernar nuestras vidas. Si Él no cuenta para nada en nuestras vidas, jamás tendremos paz ni bendiciones. Si obramos en esta forma, las bendiciones materiales llegarán por añadidura. En esta forma, estamos viviendo y aplicando una educación integral, porque integra por jerarquía, todos los valores. Hoy, el hombre, toma como centro a la añadidura y cuando está en desesperación, clama a Dios. En esta forma, está obrando en forma totalmente equivocada.

FUENTE: León Mesher, MSc

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